miércoles, 18 de junio de 2008

DIANA HA MUERTO

DIANA HA MUERTO

Con honda tristeza he recibido la noticia de la muerte de la perra de mi casa de Cuba. Se llamaba Diana, y era una perrita sin pedigrí. No era una perra de raza ni mucho menos, pero era un ser entrañable con el que compartimos nuestra vida durante los últimos 12 años.

Recuerdo perfectamente cuando llegó a casa. Mi cuñado andaba de visita con su hija en casa de un amigo, en un poblado cercano a Trinidad de Cuba, y mi sobrina , quien tenía por entonces apenas 4 años, se enamoró de la perrita nadamás verla. Así que no hubo manera de separarlas, y de este modo, después de muchos años, volvimos a tener perro en nuestro hogar.
Era la primera vez que veía un perro en casa. Yo siempre fui más de felinos que de canes. Es una pena que la era digital y la fotografía llegara tan tarde a mi vida. De lo contrario, tendría un post con todos los gatos que he tenido en mi vida, algunos de ellos, verdaderas preciosuras.

Pero cuando Diana llegó a nuestras vidas, los pocos gatos que visitaban la casa, ya no lo hicieron más para quedarse. Diana los echaba a todos, y ay de ellos si ella veía que yo me ponía a acariciarlos.

Al final, la perra nos robó el corazón a todos. Yo tuve con ella una relación muy especial. Jugábamos mucho juntos, cazábamos ratones en el patio, nos encargábamos de jugar a vigilar la casa, le daba de comer, bailábamos, en fin, y bueno, como era tan cariñosa, siempre estaba buscando mimos, que ella misma pedía. Siempre estaba encima de mí.
A mí me gustaba mucho que fuera así de cariñosa, y no me molestaba para nada, incluso, que apenas me dejara comer con tranquilidad, pues se pasaba la vida pidiéndome que compartiera con ella mi comida.

Me tenían prohibido en casa darle de comer, porque así se malacostumbraba, y la verdad es que a ella la tenían muy enseñada a hacer sus necesidades donde tenía que hacerlas, y a comer en su plato y sólo cuando le tocaba. Nada de robarse la comida de sus dueños, pues sabía que sería castigada.

También se encargaba Diana de mantener a raya a los pavos, patos, gallos y gallinas de la casa. Ella disfrutaba de ese estatus especial que le permitía ser la única con derecho a pasar al interior de la casa. El resto de los animales, sabían que tenían que permanecer en el área del patio y los corrales, y bueno, ella nos ayudaba a imponer la disciplina en ese aspecto.

Diana tenía una peculiaridad. Había personas a las que odiaba. Las menos, pero había algunas personas a las que siempre les ladraba y les sacaba los dientes. No sabemos qué les veía, pero algo de ellos la sacaba de sus casillas.
En casa jamás mordió a nadie, pero en la calle agredió a una mujer que pasaba por allí, y en casa del vecino, también mordió a dos personas más. Por eso recibió su castigo, y por eso, no la dejábamos salir demasiado a la calle. Sus arranques de ferocidad, rarísimos en verdad, hicieron que sobre todo fuera de casa, se la respetara, y suponemos que eso ayudó a alejar a los ladrones.

Sin embargo, no era una perra conflictiva ni de estarse peleando con otros perros. Más bien era una perra cobarde, de esas que no se metía en nada.

Pero sobre todo la recordaré por lo humana que era. Imitaba a las personas en todo. Era como una mujer más de la casa. Recuerdo cuando mi hermana parió, y estaban todas las mujeres mirando en la cuna a la recién nacida, ella también se puso en dos patas para ver a la bebé, y eso que no la dejaban acercarse, pero ella estaba pendiente de todas esas cosas.

Nunca olvidaré como venía por las mañanas a mi cama y me despertaba muy dulcemente tocándome con su patita. Así conseguía que le diera de desayunar. Eran despertares felices para mí, pues difícilmente alguien me podía dedicar una sonrisa tan dulce como ella.

Mi hija Alma se encariñó mucho con ella y se hicieron amigas inseparables. También quiso siempre mucho a mi mujer, y aunque visitamos la isla cada 2 años, siempre se volvía loca de contenta cada vez que nos veía aparecer.

Tal vez a estas alturas se preguntarán por qué he puesto esta entrada en ese blog dedicado a mi vida mágica. Pues bien, resulta ser que en Cuba siempre se ha dicho que los perros son hijos de San Lázaro, la deidad de la salud.

Hace unos meses, mi hermana mayor entró al salón de operaciones para realizarse una radical de mama, y su vida estaba en peligro. Ese mismo día, mientras la operación se realizaba en el hospital, Diana cayó muerta como fulminada.

Mi madre en cuanto la vio morir, supo lo que había pasado. Los espíritus protectores de la familia ya nos lo habían avisado:

Si hay peligro de muerte para alguno de ustedes, nosotros nos encargaremos de dirigir esa energía contra algún animal de la casa, así que siempre tengan animales aquí, que eso nos sirve de gran ayuda.

Mi hermana salió bien de la operación, y parece ser que ha terminado venciendo el cáncer que padecía, pero nuestra querida Diana se ha ido. Sólo quiero agradecerle con estas palabras todo los buenos momentos que nos hizo pasar, toda la alegría que sembró en nuestros corazones, lo bien que cuidó de nuestra casa, y finalmente, como ofreció su vida para que mi hermana mayor siguiera viva y entre nosotros.

Querida mía, mi dulce Diana. Donde quiera que estés, no nos olvides. Nosotros nunca te olvidaremos.
TADEO

lunes, 9 de junio de 2008

MI CAMINO ES DE PASTOR


MI CAMINO ES DE PASTOR

Siempre recordaré con amor mis años de profesor en Cuba. Sabía que mi vida dedicada a la docencia no sería muy larga, y por esa razón, quise vivir intensamente esa experiencia. Me entregué de una manera muy especial a mis alumnos, y de aquellos 3 años en los que desempeñé las funciones de profesor de Historia y Filosofía en los dos institutos donde trabajé, guardo muy bonitos recuerdos (algunos malos también) y un montón de anécdotas. Hoy quiero contarles una de las más alocadas.

Un profesor de filosofía marxista que echaba las cartas, leía las manos, sabía de numerología, interpretaba sueños, demostraba tener un amplio conocimiento sobre todas las religiones populares de la isla, se iba de vacaciones a Europa, escribía versos, demostraba tener conocimientos sobre el resto de las asignaturas, no era lo más normal en Cuba, así que ejercía una fuerte fascinación sobre mis alumnos.

Ellos decían que odiaban mi asignatura, pero que amaban a su profesor, y que por sólo escucharme y compartir conmigo, venían gustosos a mis clases.

Una de estas chicas fascinadas por su profesor, llegó a su casa hablando de mí.
-Mamá, sabes, tengo un profesor que echa las cartas, lee las manos, etc, etc.
Esa buena mujer, que era practicante de la religión Pentecostal, una de las formas de protestantismo más extendidas en Cuba, se horrorizó ante las palabras de su hija, así que en cuanto pudo, pidió la palabra en su iglesia, en medio de una reunión religiosa, y dijo delante de todos, que en el instituto donde estudiaba su hija, había un profesor satánico que le estaba comiendo la cabeza a los niños y que los tenía muy enganchados, al punto, que ellos no dejaban de hablar de él.

Pidió encarecidamente a sus compañeros feligreses, que se juntaran todos en oración para pedirle a Dios que expulsaran del colegio a ese profesor.

En Cuba, donde quiera que se reúnen personas, hay agentes de la seguridad del Estado espiando, y este curioso hecho, no pasó desapercibido para el señor chivato. Enseguida la información pasó por los canales establecidos, hasta que me encontré en la dirección de mi colegio, hablando con mi director.

Él, que es una bella persona, y que era un buen amigo, me contó que mi nombre había sonado en esa iglesia y que la seguridad del Estado se había encargado de hacer llegar esa información al instituto para que yo estaría prevenido.

Esa misma noche me aparecí en el templo. Me senté y participé con ellos de lo que allí se efectuó. Al finalizar la misa o lo que fuera, llamé aparte al pastor y le dije que me había enterado que allí se había realizado una oración masiva para pedirle a Dios que echaran del trabajo al profesor de filosofía del instituto. Él me lo confirmó, entonces yo muy cínicamente me presenté.

Yo soy el profesor de filosofía. Le dejé claro un par de cosas a ese señor. Entre ellas, que yo no era ningún demonio, que incluso, tenía a Jesús como uno de mis maestros, que no me era ajena la doctrina cristiana, y le dejé claro que creía que del mismo modo en que Dios lo tenía a él allí al frente de esa iglesia, a mí me tenía en el instituto, ocupándome de la formación filosófica de mis alumnos. Le dije que yo era también un pastor, a mi manera, pero un pastor. Que no creía que estaba poniendo malos pensamientos ni que estaba dando un mal ejemplo a mis alumnos.

Le dije que en nombre de Jesús no se podía pedir el mal para el prójimo. Le expliqué que yo era un trabajador que se ganaba la vida honradamente impartiendo las materias correspondientes en mi centro escolar, y que si yo me quedaba sin trabajo, me iban a condenar al hambre y a la mala vida, y me aseguré de que ese tipo de oración anticristiana, no se repitiera más en aquel templo. Le pregunté si pensaba que era de Dios o del Diablo que allí se orara para hacer daño a una persona.

Al salir de allí, y ya de camino a casa, me pasó algo muy lindo. Una pareja de turistas recién casados se encontraban desorientados en medio de las laberínticas calles del casco viejo de mi ciudad y me pidieron que les indicara dónde estaba su hotel.

Como es costumbre en mi país, les dije que los acompañaría hasta la puerta del hotel, si no les resultaba incómodo. Así lo hicimos. Allí, en la entrada del motel Las Cuevas, nos pusimos a conversar. Recuerdo que les dije: “Miren, aquello que se ve a lo lejos, son las luces del instituto donde yo trabajo como profesor de filosofía.

Les conté que venía de la iglesia pentecostal y todo lo que allí me había acontecido. Les hablé de mis creencias religiosas, de las religiones en Cuba, de la historia de la nación, de la historia de la ciudad, y tan impresionados estaban conmigo, que me invitaron a beber algo en alguno de los bares o chiringuitos para turistas de los muchos que por allí había.

Los llevé a uno de esos sitios y nos pedimos algo de beber mientras continuábamos con nuestra conversación. Entre las cosas que les conté y que les asombró mucho, les dije que yo estaba recién llegado de España. Les conté de mi novia bilbaína, y de la posibilidad de que yo me fuera a vivir a la “Madre Patria”.

Luego, los llevé a mi casa, les mostré las fotos que hice durante mi viaje por España, y les regalé unos libros y hasta les confié un paquete para que lo entregaran a un amigo en Santa Clara, ciudad a la que ellos pensaban visitar al día siguiente. Nos hicimos fotos, y luego aquí en España nos hemos mantenido en comunicación.

Varios años después, para mi sorpresa, asistí al despertar espiritual de esta chica. Me confesó en una mail que ciertos sucesos ocurridos en su vida en los últimos tiempos, la habían hecho abrirse al conocimiento del mundo oculto. Y que al adquirir esta nueva conciencia, muchas de mis palabras dichas años atrás, empezaron a tener sentido en su mente.

Ella quería que yo lo supiera, y yo, por supuesto, me alegré mucho por ese paso en su evolución espiritual. Hoy en día, estamos en contacto, ya no sólo como amigos, sino también como hermanos espirituales.

Pero lo más importante de todo esto es que el encuentro con aquellas personas sensibles a mi prédica, nadamás salir del templo pentecostal, fue la confirmación de Dios de que seguía confiando en mí y en mis aptitudes para ser pastor de hombres. Fue un guiño suyo, fue su manera de decirme:

"No tengas miedo, que yo estoy contigo, y eres digno de toda mi confianza."

TADEO