viernes, 18 de abril de 2008

OBJETOS DE PODER


OBJETOS DE PODER

Observen bien esta foto y díganme si hay algo que les llame la atención. Ciertamente, puede parecer una de las tantas fotos que le tomo a mi hija Alma. Esta foto se la hice en el patio de mi casa, y mi pequeña se encuentra parada sobre una silla de piedra que lleva en mi casa toda la vida.

Trinidad de Cuba es una ciudad hueca, es decir, bajo la ciudad existe un inmenso complejo de túneles o de cuevas naturales. Los expertos dicen que es posible recorrer kilómetros y kilómetros bajo tierra y salir al mar.

De niño mis abuelos me decían que no abriera huecos en el patio porque podía ser peligroso, y me contaban que la casa estaba asentada sobre una cueva, y me decían:

"Mira esa silla indígena. Tus bisabuelos la sacaron, junto con otros objetos y utensilios, de la cueva que había aquí mismo bajo nuestros pies, antes de rellenarla con piedras y tierra."

A lo largo de los años, varias personas que vieron la silla indígena, quisieron comprársela a mis familiares, pero le teníamos cariño y nunca nos quisimos deshacer de ella.

Un buen día, mis padres y yo fuimos invitados a un toque de santo, que es una celebración típica de la religión afrocubana conocida como Santería. En este tipo de festividad mágica y religiosa, los orishas, o deidades de dicha religión bajan a la tierra poseyendo a sus fieles, y de este modo, hablan con los participantes, dan consejos, libran de malas energías a las personas, y en definitiva, disfrutan de la fiesta que se da en su honor.

La gente busca el consuelo de la palabra de sus dioses. La verdad es que es un auténtico lujo poder hablar con un santo, como se habla con un humano cualquiera.

Mis padres y yo, nos acercamos a un señor poseído por el santo llamado Elegguá. Una vez frente a él, esperamos que nos dijera algo que nos ayudara en nuestra vida, algún consejo procedente de su sabiduría.

El santo nos observó atentamente y luego nos invitó a acercar la oreja para hacernos un curioso comentario que nos dejó bastante extrañados. Nos dijo con un hilo de voz, como para que nadie más se enterara:

-En el patio de vuestra casa hay una silla de piedra. ¿Es cierto?

-Sí, respondimos a coro.

-Cuando quieran algo, cuando necesiten algo, cuando deseen algo, pongan la mano sobre esa piedra y pídanle, que ella tiene mucho poder. Esa silla de piedra protege a vuestro hogar. Deberían mimarla más. Límpienla con manteca de cacao y de vez en cuando rocíenla con aguardiente y humo de tabaco.

Ahora que lo ha dicho el santo, la cuidamos como si fuera de oro. No podría explicarles la paz que se experimenta cuando uno se sienta en ella.

TADEO


sábado, 12 de abril de 2008

ACERCA DE LA FELICIDAD


ACERCA DE LA FELICIDAD

Acabo de leer en algún sitio, que el famoso escritor Humberto Eco ha dicho que: “El que se sienta totalmente feliz es un cretino”, y luego, la persona que citaba al autor de “El nombre de la rosa”, agregaba que la felicidad es un estado de ánimo instantáneo, que según él, dura poco, y se disfruta muy rara vez. Estas interesantes lecturas me han movido a dejar a mis escasos lectores algunas reflexiones al respecto.

El tema de la felicidad ha sido siempre motivo de atención para toda clase de pensadores. Incluso, no hace falta ser un gran filósofo para preocuparnos por ella. La palabra Feliz, y Felicidad están en boca de todos, y todos, por regla general, nos empeñamos en hacer de la nuestra, una vida feliz.

Ahora bien, parece que la Felicidad es como un pez escurridizo en aguas muy turbias. Es como un pez que una vez en nuestras manos, se nos escurre como el agua misma.

Antes de continuar, quiero dejar claro que todo lo que diré a continuación, nace de mi concepción filosófica y religiosa del mundo, que como ya algunos sabrán, emana de mis estudios teosóficos, y que doy por sentado que la mayoría de las personas podrían perfectamente pensar sobre este tema, diferente a mí. Yo sólo me aventuro a dar mi visión personal sobre este asunto, pero siempre dando margen para que sean expuestas otras teorías, tan válidas y ciertas como la mía, o incluso más.

Dicho esto, me gustaría comenzar por apuntar que casi siempre identificamos la felicidad como ese instante sublime en que llegamos a ser capaces de materializar nuestros más caros sueños. Luego, este estado emocional se va desvaneciendo a la misma velocidad en la que fabricamos nuevas metas. No somos capaces de quedarnos “clavados” en ese instante y eternizarlo.

Curiosamente, esto no depende de la magnitud del triunfo. Éste podría ser inmensamente grande y trascendental, estoy pensando en aquellos hombres que subieron a la luna, por ejemplo. Ellos no fueron capaces de quedarse experimentando ese estado de felicidad que su tremendo triunfo les proporcionó. Incluso, parece ser que llegar tan alto, (nunca mejor dicho), les acarreó un gran problema, y es que no sabían qué nueva meta plantearse que superara lo que habían conseguido. Dicen que algunos de ellos se lanzaron a buscar vida extraterrestre aquí en la tierra, o emprendieron aventuras tan extravagantes como esa.

Muchas personas andan por la vida buscando la felicidad a ciegas. Por ejemplo, están convencidos de que serán felices el día que tengan un buen trabajo y un salario digno. Luego, cuando lo consiguen, se dan cuenta de que estaban equivocados y que la felicidad está en tener un negocio próspero que funcione, luego se dan cuenta de que no era eso tampoco, y así sucesivamente. Incluso, algunos llegan a darse cuenta de que la felicidad es como el horizonte, que siempre está más lejos, pero de todos modos no encuentran nada mejor que hacer con la vida que buscar ese espejismo llamado felicidad. Y lo hacen, porque no creen que exista otro tipo de felicidad posible en la tierra.

Estas personas que llegan a descubrir que la felicidad es como el horizonte, procuran darse “corrientazos” de felicidad, “chutes” de felicidad, y para ello, se lanzan de cabeza al mar de las emociones y tratan de experimentar esos bandazos emocionales que los hagan sentir vivos.

La humanidad ordinaria tiene una tendencia bastante grande a entender la felicidad de este modo ya descrito: A saber:
1-Cuando somos capaces de hacer realidad nuestros sueños.
2-Cuando alcanzamos un estado emocional determinado en que nos sentimos genial.

Hago notar que a veces llegamos a esos estados emocionales sin necesidad de que nos ocurra nada especial. Simplemente nos levantamos de la cama ese día, y por alguna extraña razón, nos sentimos maravillosamente bien, aunque nuestros problemas, esos que nos atormentaban el día anterior, permanezcan ahí. Pero es como si ese día nos sintiéramos bendecidos por una extraña fuerza. Cada cual se lo explica como mejor le parece, pero lo que ellos saben es que se sienten felices ese día, e incluso, intuyen, que la felicidad les puede durar muy poco, incluso horas.

No se puede decir que exista un grupo de personas que traten de ser feliz haciendo realidad sus sueños, o lo que es lo mismo, que encuentren la felicidad transformando en su beneficio el mundo que les rodea, y otro grupo de personas que simplemente se dedique a propiciar esos estados emocionales en los que ellos se sienten felices. Creo que se puede decir que existe un gran grupo de seres, (la mayoría de las personas) que no son, o no han sido capaces de experimentar la felicidad como algo ajeno a sus vibraciones emocionales.

Esto es lógico. Nuestra humanidad se encuentra en un nivel de crecimiento espiritual, más cercano a su universo emocional que a cualquier otro de los universos en los que habita.

Sin embargo, eso no siempre va a ser así, pues la humanidad no se detiene ni se detendrá en su proceso de evolución espiritual. Los seres humanos vamos lentamente transformándonos, y algún día dejaremos incluso de existir como humanos, para convertirnos en seres suprahumanos, de los que ahora mismo, no nos es dado predecir su morfología, o demás características.

Si alguna duda nos queda al respecto, pensemos que todo lo material que conocemos, fue creado en un momento determinado de la historia del universo. A ese momento le llamamos Big Bang. Estamos hablando del momento en que la antimateria explotó con una energía tal, que eso que existía, pasó a ser materia en un lapso de tiempo que ahora mismo nos costaría mucho precisar, pero que la ciencia ha calculado mejor o peor, y que ha llegado a cifrar en unos 13 000 millones de años desde la explosión hasta el día de hoy.

De las primeras formas de vida aparecieron las plantas y los animales, de los animales, aparecimos nosotros, animales superiores. Muchas especies han desaparecido, y no resulta descabellado pensar que nosotros mismos desapareceremos en su día, pues no podemos pensar que seremos eternos.

Volviendo al tema que nos ocupa, el ser humano, a diferencia de los animales, se caracteriza por haber desarrollado su conciencia, su vehículo mental, y en la medida en que hemos ido desarrollando nuestra mente racional, nos hemos ido distinguiendo del resto de los animales, y curiosamente, nuestra mente ha ido influenciando de manera visible sobre nuestro vehículo emocional. De ahí que sintamos muy diferente, incluso, de los animales más evolucionados.

Hablo de la mente y me centro en ella para explicar que hay en la tierra una minoría de seres que entienden la felicidad como un estado, no sólo emocional, sino también mental.

Cuando se consigue entender la felicidad como un estado mental, más que emocional, se abre ante nosotros un camino de búsqueda y aprendizaje, un camino de autoconocimiento, que nos permite ser felices de un modo más constante y seguro, que cuando se hace depender la felicidad de esos vaivenes emocionales, que para colmo, son imparables, pues el vehículo emocional se mueve como un péndulo, y como todo péndulo, va de un extremo a otro del espectro emocional, y por tanto, a grandes estados de euforia y alegría, le corresponden luego, grandes estados de depresión y tristeza.

Cuando hemos desarrollado y educado nuestro vehículo mental, nos ocupamos de entender y abordar desde la mente, absolutamente todos los procesos que ocurren en nuestro interior, y paulatinamente nos ocupamos de ser menos impulsivos, nos ocupamos de ser menos emocionales, para convertirnos en seres más racionales, pues aunque nos llamemos a nosotros mismos, seres racionales, la realidad es que la gran mayoría de la humanidad, son más seres emocionales, que seres racionales.

Poco a poco, en la medida en que la humanidad vaya desarrollándose y creciendo, iremos apartándonos de ese estadio en que las emociones juegan un papel preponderante en nuestras vidas, para convertirnos poco a poco, en seres con una mayor propensión a pensar y a buscar los por qué de lo que nos pasa, que a dejarnos arrastrar por esos estados emocionales, que pueden ser lo mismo, buenos que malos, y que hacen de nosotros, personas débiles e inseguras.

Llegará un momento en que la humanidad, ante una emoción que le sobrevenga, sea del tipo que sea, se preguntará si tiene sentido alimentarla o no. Por ejemplo, si de pronto nos sentimos tristes, nos preguntaremos si tiene sentido que nos sintamos así, y si nuestra mente nos dice que ese sentimiento de tristeza no tiene razón de existir, simplemente, a partir de un ejercicio mental, romperemos esa polaridad emocional negativa. Lo mismo pasará con esos estados de euforia. Nos preguntaremos si tiene sentido que nos sintamos así, y desde nuestra mente haremos lo propio con dicha emoción.

Esto que escribo, puede parecer raro y sorprendente para la mayoría. Es lógico que resulte chocante incluso, y es que debido a que estamos tan atados al universo emocional, tenemos como una necesidad de sentir cosas. Y tan dependientes somos de sentir emociones, a poder ser, emociones fuertes, que cuando la vida no nos la da, las buscamos a conciencia.

Un ejemplo de ello es el cine de terror, por ejemplo, o el género de terror que podemos encontrar también en la literatura. Hay personas que debido a su adhesión tan fuerte al plano emocional, sienten disfrute proporcionándose ese tipo de emociones. Lo mismo sucede con cierta música, con cierta pintura, etc.

La vida de los seres humanos está repleta de ejemplos que demuestran nuestro apego y dependencia a los vaivenes emocionales. Por ejemplo, hay parejas que buscan a veces disgustarse, simplemente para disfrutar luego las “mieles” de la reconciliación. Y bueno, qué decir de esos amores tormentosos provocados por esos seres desequilibrados emocionalmente.

Esas personas desequilibradas nos hacen vivir a su lado, constantes oscilaciones entre el amor y el desamor, y lo más curioso, es que muchas veces consiguen hacernos pensar que hemos disfrutado la experiencia de amor más intensa, y por tanto, más inolvidable y placentera de nuestras vidas. Conozco a personas que buscan de un modo casi enfermizo a personas que sean capaces de provocarles ese tipo de vida atolondrada.

En la medida en que la humanidad se vaya haciendo más mental, veremos cómo dejaremos de buscar ese tipo de emocionalidad “fuerte” para cultivar, en nosotros y a nivel de toda la sociedad, una emocionalidad más moderada, más tendente al equilibrio, que a los desequilibrios. Porque las emociones fuertes no son otra cosa, que las emociones que surgen al saltar violentamente de un lado al otro del espectro emocional.

Por lo general las religiones y filosofías orientales buscan la felicidad desde la mente. No se entregan a los desequilibrios emocionales, y evitan los placeres corporales extremos como el dolor o el placer del cuerpo.

Para ellos, la felicidad no sólo es posible experimentarla como algo bastante menos fugaz que lo que muchos creemos, sino que será inevitable que todos lleguemos a ella, como parte de nuestro ciclo de crecimiento espiritual.

Dichas escuelas de pensamiento filosófico y esotérico oriental parten de tres ideas que a mi juicio, facilitan muchísimo el camino a la hora de encontrar la felicidad:

1-Dios, la divinidad no es un ser caprichoso y arbitrario, y por tanto, la creación no es caótica, sino que está sujeta a leyes objetivas que se cumplen siempre, y dicho cuerpo de leyes objetivas no son otra cosa que Dios mismo.

2-Para ellos el ser humano trasciende a la muerte física, es decir, una vez que la persona muere, no deja de existir, sino que abandona su vehículo físico, pero conserva perfectamente el resto de sus vehículos, a saber: el vehículo emocional, mental, búdico, átmico y monádico. Además, dan por sentado que todo ser humano separado de su cuerpo físico, volverá a nacer dentro un cuerpo físico nuevo y tendrá un nuevo ciclo de vida terrestre.

Los orientales, al igual que la mayoría de las religiones conocidas, entienden la vida ultraterrena como un estadio superior, y por tanto, como un estadio en el cual se consigue más fácilmente la felicidad que en la tierra. Para ellos, lo ideal es conseguir un nivel de purificación tal de sus cuerpos suprafísicos, que les permita no tener que regresar a la vida física, esta que desarrollamos en la tierra. Por tanto relativizan el sentido de la muerte, y por consiguiente, no sufren como en occidente, con la idea de la muerte propia y la de sus seres queridos.

3-La otra idea fundamental es que ellos entienden que sus cuerpos más esenciales, y por tanto, aquellos que mejor los definen, son sus cuerpos más internos, es decir, lo que ellos llamarían su cuerpo causal, que está conformado por, su cuerpo monádico, átmico y búdico. De aquí podemos entender que cuando ellos dicen: “OM MANI PADME HUM (Yo soy la joya en el loto) o cuando dicen simplemente: “OM MANI (Yo soy) ese YO, se está refiriendo al cuerpo causal ya mencionado, y por tanto, ellos consideran a su cuerpo físico, emocional y mental, sólo como ropajes externos de lo que ellos son en realidad.

Teniendo en cuenta estas peculiaridades del pensamiento oriental, podremos entender por qué ellos están en mejores condiciones de buscar la felicidad más allá de sus emociones.

De hecho, los maestros orientales enseñan a sus discípulos a combatir las emociones y pensamientos negativos diciendo: “Eso que en mí desea, no soy yo”, “Eso que en mí piensa, no soy yo”.

Una vez que empieza a mirarse el mundo y la existencia del ser humano, de esta manera, resulta mucho más fácil entender la felicidad como algo alcanzable, y como algo que no depende necesariamente de nuestros estados físicos emocionales o mentales.

Dicho esto, les aclaro que mi pensamiento, mi manera de entender el mundo, está más cerca del pensamiento filosófico y religioso oriental, que del occidental, que caza la felicidad a estos estados emocionales que tan bien conocemos y que ya he descrito. Por tanto, sabiendo que, incluso en occidente, hay muchas personas que piensan como yo, no me atrevería a repetir en ningún caso esas palabras de mi admirado Humberto Eco cuando dijo en otras palabras, que el que sea capaz de sentir la felicidad más allá de esos chispazos emocionales, el que lo sienta como algo más constante y duradero, es un cretino.

TADEO