jueves, 16 de julio de 2009

EGO Y EGOÍSMO

EGO Y EGOÍSMO

Durante las últimas semanas he estado meditando sobre el tema del EGO y del EGOÍSMO y mi deseo es poner por escrito algunas de las ideas fundamentales que he sacado en claro de mis estudios al respecto. Tengo claro en mi cabeza lo que quiero transmitir, pero me hago un lío intentado encontrar la manera más sencilla de hacerlo.

¿Por qué se me hace tan complicado explicar mis ideas? Debe ser porque no tengo una manera sencilla de responder a los muchos por qué que se desprenden de mis afirmaciones. Bueno, intentaré avanzar aunque diste mucho este escrito, de ser un texto redondo y que Dios coja confesados a mis lectores.

He empezado por buscar en los diccionarios qué significa la palabra EGO. He descubierto que EGO no es más que una palabra latina que significa YO. Pero ¿qué es YO? ¿Qué significa esta palabra? Los diccionarios dejan claro que la palabra YO es de las más complicadas de definir y de hecho, existen diferentes definiciones en función del área del conocimiento en el que nos estemos moviendo.

No es lo mismo hablar del YO en el ámbito de la lingüística, que en el ámbito de la antropología, o del psicoanálisis, o en el ámbito de las filosofías occidentales u orientales.

Mi intención es explicar la idea del YO que he aprendido de los maestros de sabiduría.

Para entender la manera en que ellos conciben el YO, tenemos que tener siempre presente una idea básica, y es la idea del MOVIMIENTO. Si en algo se diferencia el pensamiento del hombre ordinario, con respecto al pensamiento de los maestros de sabiduría, es en que el hombre ordinario busca instintivamente el comienzo de las cosas y una vez que encuentra el principio del fenómeno, avanza hasta desmenuzarlo completamente y de ese modo, llegar a entenderlo a cabalidad.

Los maestros de sabiduría procuran dejar claro que los fenómenos no tienen un principio, sino que forman siempre un eslabón de una cadena infinita, y además, todo fenómeno se encuentra en movimiento, y por tanto eso lo relativiza todo. Quiero decir con esto, que para los maestros de sabiduría, lo que puede parecernos hoy una verdad absoluta, mañana puede ser una verdad relativa, luego, una media verdad, y más allá en el tiempo, puede convertirse en una mentira.

Para ellos, lo que hoy nos parece justo, mañana será injusto, y eso no significa que en su día nos hayamos equivocado valorando el fenómeno en cuestión, sino que esto que nos ha sucedido es lo normal que ocurra siempre. Ellos dicen. Por muy maravillosa que parezca la fruta, sólo tenemos un momento idóneo para comerla. Si no la comes en su momento de maduración óptima, entonces perderás la posibilidad de hacerlo, porque se pudrirá de no ser consumida.

Del mismo modo entienden ellos todos los fenómenos de la naturaleza y la sociedad. Hay ideas sociales, por ejemplo, que hoy nos parecen maravillosas. Me refiero, por ejemplo, a las ideas de libertad, de justicia, de bien, etc. Según ellos, estas ideas corresponden a nuestro nivel de evolución de nuestra conciencia, pero dan por sentado que no serán ideas eternas y siempre están prestos a adoptar las nuevas ideas que respondan en cada caso, al momento psicológico que viva la humanidad.

Otro ejemplo de esto, es cómo ciertas ideas en su momento, resultan revolucionarias y avanzadas, pero luego que estas ideas han dado su “zumo”, luego de haber sido “exprimidas”por la sociedad, deben ser desechadas, y por tanto, tales ideas que en su día resultaron avanzadas y válidas y motor del progreso, luego ellas mismas, así como las personas que las sostienen, se convierten en impedimento del desarrollo, y por tanto, se convierten en reaccionarias, así como las personas que las defienden.

Aparentemente me he alejado del tema del YO, pero quise hacerlo para que entiendan luego con facilidad, cómo para los maestros de sabiduría, la idea del YO también varía a lo largo del tiempo.

En un momento determinado de la evolución, sólo existía un YO, que podemos identificar con Dios, o con la Antimateria, o con el Espíritu puro. El proceso de diferenciación nos fue aportando progresivamente un cuerpo MONÁDICO, un cuerpo ÁTMICO, un cuerpo BÚDICO (he aquí nuestros 3 cuerpos espirituales) y luego, aparecieron los 3 cuerpos físicos, que son el cuerpo MENTAL, el cuerpo ASTRAL y el cuerpo FÍSICO.

Como todo existe en movimiento y nos movemos constantemente en un ciclo eterno que nos lleva desde el espíritu puro hasta la materia pura y viceversa, en un proceso que, según las enseñanzas tibetanas dura 311 040 000 000 000 de años, la idea del YO, también progresa.

En el momento en que nos encontramos hoy, es decir, encarnados en un cuerpo físico, está claro que cuando decimos YO, estamos pensando sobre todo en nuestro cuerpo físico. De hecho, el ser humano común, no entiende el YO como algo diferente del cuerpo físico.

Sin embargo, los maestros de sabiduría nos invitan a entender el YO de otro modo. Ellos nos explican la importancia que tiene el reconocer, además de nuestro cuerpo físico, también el resto de nuestros cuerpos: ASTRAL, MENTAL, BÚDICO, ÁTMICO, MONÁDICO y ÁDICO (este último es el cuerpo mismo de la divinidad).

De hecho los religiosos orientales cuando dicen el famoso mantram:
OM MANI PADME HUM (Yo soy la joya en el loto), y sobre todo, la primera parte, OM MANI (Yo soy) no están pensando en el YO entendiéndolo como cuerpo físico, sino que procuran ponerse en contacto con ese YO más profundo y trascendente.

Téngase en cuenta que cuando el cuerpo físico muere, los cuerpos espirituales siguen viviendo. Y téngase en cuenta que eso que se muere primero, es lo más externo y lo más alejado de nuestra verdadera esencia y por tanto, de nuestro verdadero YO. Los maestros de sabiduría nos enseñan que somos mucho más que nuestro cuerpo físico, y que necesitamos expandir la idea del YO.

Una vez que hemos conseguido pensar en nosotros mismos como seres de múltiples cuerpos y con esencias mucho más duraderas que el cuerpo físico, estamos en condiciones de reflexionar sobre otro aspecto relacionado con todo lo anterior e igual de interesante.

Dicen los maestros de sabiduría que el ser humano en los inicios de su existencia, identificaba lógicamente, su YO, con su cuerpo físico y lo cuidaba por instinto de conservación. Con el tiempo fue perfeccionando sus habilidades para cuidar de sí mismo y a lo largo de años y años, fue aprendiendo a cuidar de su pareja y de sus hijos del mismo modo en que cuidaba de sí mismo. Esto está relacionado con el amor. En la medida en que somos capaces de amar al otro, expandimos sobre él nuestro EGO.

Una persona que ama a otra, siente que no son más dos cuerpos, sino que son uno solo. Curiosamente en los planos espirituales esto es cierto. Cuando dos personas se aman, fusionan todos sus cuerpos. Los cuerpos más densos tienen más problemas para fusionarse, y los menos densos, tienen menos problemas, de este modo, los cuerpos FÍSICOS se unen a través del acto sexual, los cuerpos ASTRALES, se unen a través de los sentimientos compartidos, los cuerpos MENTALES, se unen a través de las ideas compartidas, y luego, los restantes 3 cuerpos (BÚDICO, ÁTMICO y MONÁDICO) se unen de una manera increíble, y a veces esta unión la arrastramos a lo largo de nuestras sucesivas vidas.

Por eso es que las personas que se han amado alguna vez, luego en las encarnaciones siguientes, vuelven a encontrarse en el camino de sus vidas, porque existe entre ellos un lazo energético espiritual increíblemente fuerte. Crear estos vínculos de amor con las demás personas nos hace grandes en los planos espirituales. Cada lazo de amor que fabricamos, cada puente de amor que tendemos hacia otras personas, se ve en los planos espirituales como un rayo de luz, y las personas capaces de amar al prójimo, se ven como soles. Son seres luminosos con auras preciosas. Si amar de este modo, puede ser hoy un problema, en las sociedades del futuro, iremos eliminando las barreras que hoy le ponemos al amor.

Retomando el curso de mi explicación, les decía que el EGO se expande hacia los seres amados, como la pareja y los hijos. En este momento de la evolución nos encontramos hoy. Somos capaces de amar y de dar hasta la propia vida por nuestras parejas e hijos. Sin embargo, vamos camino hacia la expansión del YO hasta límites insospechados.

Si hoy en día, una persona EGOÍSTA, es aquél que sólo es capaz de pensar en él y de preocuparse por el bienestar personal, dentro de unos años, una persona egoísta será también aquella que sólo sea capaz de pensar en él y en su pareja e hijos.

En un futuro no muy lejano, nuestro EGO se expandirá hacia la familia más extensa y luego hacia todos los habitantes de la ciudad, de la nación y del planeta. Ese es el futuro que nos espera. Dentro de unos cuantos cientos de años, seremos capaces de amar a cualquier ser humano, del mismo modo en que hoy amamos a nuestra pareja e hijos.

Por tanto, los maestros de sabiduría nos invitan a amar al prójimo, que es lo mismo que decir, a expandir nuestro EGO. Nos invitan a olvidarnos de esa idea del YO limitándola a nuestro cuerpo FÍSICO, y reconociendo que a fin de cuentas, el ser humano es mucho más que su cuerpo físico, que su vida trasciende la vida misma del cuerpo FÍSICO, y que en esos estados de la existencia, conformamos con los demás seres humanos, unidades colectivas, porque recordemos e imaginemos, que una vez sin cuerpo físico, desearemos unirnos con las personas amadas y permanecer así metidos unos dentro de otros, para toda la eternidad, disfrutando de un tipo de unión de amor inconcebible para los seres que vivimos hoy presos de un cuerpo físico.

TADEO

viernes, 3 de julio de 2009

YO QUISE SER UN LAMA


YO QUISE SER UN LAMA

Cuando era niño me sentía un bicho raro. A simple vista podía parecer un niño normal, pero se dieron situaciones atípicas alrededor de mi nacimiento que hicieron que mis padres y mi familia en general, tuvieran hacia mí un trato especial.

Ya les he hablado de este asunto en entradas anteriores. Una señora muy milagrosa, una mujer considerada una santa de mi ciudad natal, se apareció como por arte de magia el día antes de mi nacimiento, y rompió el hechizo que impedía a mi madre tener hijos varones. Al menos otros 3 bebés perdió mi madre. Yo fui en cambio, el único que se logró salvar de los brazos de la muerte.

Quiero decir con esto, que yo tuve, no tres reyes magos, pero sí una maga que puso las manos en el vientre de mi madre para romper aquel maléfico hechizo, y hubo alrededor de mi nacimiento, esos santos inocentes, hermanos míos, que murieron sin que tuvieran la suerte que tuve yo.

Dice mi madre, que ella tenía que estar siempre pendiente de mí, porque no lloraba nunca. Dice que me despertaba y me quedaba en la cuna sin llamar a nadie. Que era muy tranquilo. Que siempre tuve una extraña paz en mi alma.

Luego, cuando empecé a mirar el mundo desde mis propios ojos, aunque me gustaba jugar con los niños de mi edad, también me encantaba sentarme a escuchar a las personas mayores.

Mi abuelo de 80 años, me llevaba a la iglesia y luego de rezar y de echarle dinero a los santos, se sentaba en el pórtico del templo a conversar con sus amigos.

A mí me invitaba a que me pusiera a jugar con los demás niños, a corretear por el templo y sus alrededores, pero yo prefería sentarme a escuchar las conversaciones de los mayores. Escuchaba atentamente todo lo que allí se decía, y luego cuando nos marchábamos, interrogaba a mi abuelo sobre todo lo que no había llegado a comprender. Parece que era un niño muy dado a preguntarlo todo.

Ya desde entonces, me daba cuenta de que había una especie de madurez en mí, impropia de mi edad o de lo que se esperaba de mí para aquellas edades.

A veces llegué a pensar que era un robot, una suerte de experimento científico, porque miraba a mi alrededor y notaba que los demás miraban el mundo de un modo que a mí me resultaba raro. Los gustos e intereses de los demás, no eran por lo general, mis gustos e intereses.

Por eso me daba miedo ir al médico. Pensaba que un buen día uno de los doctores que me atendía, me desconectaría. Me preguntaba si mis padres serían conscientes de aquello que en mí era sólo una sospecha. Me pasé pensando cosas como estas, durante buena parte de mi niñez.

En el colegio era un niño aventajado y mis profesores me adoraban. A veces daba clases a mis propios compañeros, y compartía mesa con el resto de los profesores gracias a que mi padre era profesor del colegio y me llevaba a almorzar con él.

Si un buen día hubiera llegado a mi casa un lama con su túnica azafrán diciendo que yo era la reencarnación de uno de sus maestros fallecidos, me habría parecido tan natural. Me habría ido más feliz que feliz al Tibet y hubiera adoptado mi vida de monje sin ningún problema.

De hecho, en cierto momento de mi vida, teniendo ya 19 años, y estando estudiando Ingeniería Industrial en la Universidad Central de las Villas, decidí que estaba tirando mi vida por la borda. Comprendí que me estaba engañando a mí mismo siguiendo aquel camino que me conduciría a llevar una vida de ingeniero, y lo dejé todo para irme a estudiar la carrera de Licenciatura en Historia.

No me fui a un monasterio tibetano, pero sí hice algo que me acercaba a ese mundo. Me dediqué a los estudios históricos, filosóficos y sociológicos, es decir, estudios que me acercaron a esos temas que siempre me fascinaron: la historia, la filosofía, la sociología, la religión, la etnografía, el arte, etc. Por primera vez me sentí estudiando algo que me llenaba y para lo que al parecer, había nacido con habilidades, pues ya durante mis estudios de ingeniería, mi profesora de filosofía descubrió en mí un talento natural para su asignatura y en más de una ocasión me pidió que diera conferencias sobre ciertos temas. Mis compañeros decían que aquella mujer estaba enamorada de mí.

De manera paralela a mi carrera, realicé estudios por mi cuenta de hinduismo, budismo, teosofía y otras ciencias esotéricas. También estuve estudiando el pensamiento cristiano, a la par de acercarme al estudio de las religiones populares cubanas como la santería, la palería y el espiritismo.

A los 24 años, ya tenía muy claro que mi vida sería un camino de búsqueda y de crecimiento espiritual. Y así ha sido.

Tengo claro que no soy la reencarnación de un lama. Pero al mismo tiempo, me parece tan raro que Osel, el niño lama español, ese a quien le tocó en suerte ser llevado al monasterio de Sera, al norte de la India, para asumir la vida de monje budista, por haber sido aceptado como la reencarnación del lama Yeshé, tenga tantas dudas de sí mismo, sobre su vida pasada y futura.

¿Se estarán equivocando los lamas en este asunto de buscar bebés por el mundo dando por sentado que los maestros lamas fallecidos regresan a la tierra al poco tiempo de haber fallecido? Al respecto tengo serias dudas.

Según los conocimientos que tengo, las almas reencarnan como promedio, cada 144 años. Entonces ¿por qué tienen los lamas que regresar a la tierra inmediatamente después de haber desencarnado? ¿Y por qué regresar para hacer exactamente lo mismo?

Luego, desde mi auto conocimiento, desde la búsqueda personal que he realizado, he llegado a recopilar información suficiente de mi vida pasada como para saber al menos, que no fui un monje tibetano. ¿Entonces cómo es posible que Osel, tenga tantas dudas al respecto? Sus dudas no hacen más que agrandar las mías.

Cuando se tiene un poquito de crecimiento espiritual, y cuando se ha vivido la vida que este chico ha vivido, te guste o no lo que tienes por delante, comprendes en tu fuero interno, que estás en tu lugar. Sin embargo, Osel ha renegado incluso, de la filosofía budista.

En todo caso, creo que Osel estará preparado para ser un buen lama, aún cuando no haya sido realmente la encarnación del lama Yeshé. Tal vez sea mejor para la evolución del universo lama, que lleguen a esos templos almas mejor preparadas para seguir haciendo avanzar estas religiones. Porque lo que sí está claro es que si Dios lo ha llevado a ese sitio, por algo será.

TADEO