viernes, 7 de agosto de 2009

EL PODER SECRETO DE LAS PALABRAS

EL PODER SECRETO DE LAS PALABRAS

Siento un respeto muy especial por las palabras y ese respeto se debe a que soy consciente del poder que tienen. Las palabras forman ideas, y esas ideas pueden taladrar nuestras mentes y habitar para siempre dentro de nosotros.

Las ideas buenas nos iluminan y nos conducen por el camino del bien, las ideas malas, todo lo contrario.

El problema es detectar cuáles, de entre nuestro arsenal de ideas, son ideas buenas, y cuáles, malas.

Pondré aquí una idea para utilizarla como ejemplo:

"Nadie tiene la voz tan pura como aquellos que están en lo más profundo del infierno." Franz Kafka.

De pronto nos encontramos ante una idea hermosa, bien construida, una idea con encanto, y si vemos que la ha dicho una persona famosa, pues tendemos a tragárnosla y darla por válida. Creemos que hemos aprendido algo bueno y útil.

Pues bien, en este caso, y siempre partiendo de mis conocimientos espirituales, sé que esta idea no es cierta. La voz de los seres infernales no es pura, por el contrario.

Los seres infernales no pueden aportar con su voz más nada que aquello propio de su condición. Sus voces, escuchándolas con los oídos del espíritu, no son para nada dulces. Incluso, hay seres de estos planos que rugen como animales, y otros, ni siquiera tienen voz.

Puras y hermosas son las voces de los planos superiores. Esos son los sonidos hermosos y celestiales. La música clásica, por ejemplo, viene a la tierra de los planos más elevados. Las ideas hermosas, esas que nos acercan al amor al prójimo y a perdonarnos los unos a los otros, son ideas que vienen de arriba.

De los planos infernales sólo pueden venir voces ásperas que nos inciten al mal, voces engañosas que si acaso, pueden meter veneno en nuestras almas.

Así que por mucho que lo haya dicho Franz Kafka, deberíamos poner en duda tal afirmación. Tal vez Franz Kafka fuera un ángel del infierno. El hecho de que alguien haya alcanzado la fama en tiempos oscuros del desarrollo espiritual de la humanidad, no significa que sea un gran ser espiritual, podría más bien significar todo lo contrario.

Dicen los maestros de sabiduría:

En vuestro mundo está la mediocridad distante de las altas cimas espirituales. Ella es la medida de las cosas. Forma vuestra ética y vuestra sistema de valores. Sólo una verdad mediocre, próxima a la naturaleza animal, puede tener rápida acogida y afirmación, porque es accesible. En vuestro mundo, si el triunfo parte del supuesto de la comprensibilidad, todo éxito, para ser rápido, debe contener afirmaciones mediocres.

El aplauso de la muchedumbre es inversamente proporcional al valor.

Los grandes seres espirituales pasan por la tierra solitarios y doloridos, pero conscientes de su propio destino. Incomprendidos y gigantescos, asqueados de los ídolos de la muchedumbre, aturdidos por el estruendo de la vida, desatentos e ineptos porque sus almas están a la escucha de un cántico que viene desde dentro y hacia lo infinito se eleva.

Conocen el espanto de aquel que se asoma solo al abismo de los grandes misterios, el vértigo de las grandes alturas, la soledad angustiosa del alma frente a la inconciencia humana. Conoce la lucha atroz contra la animalidad que retorna, las inmensas fatigas y peligros que aguardan a quien quiere apartarse en vuelo. Los ciegos dicen: Está loco. Y él se siente aplastado por el peso inútil del número. Comprende la bajeza de quien no lo comprende. Él no es como los demás, sólo un cuerpo, es sobre todo un alma.

¡Ay de vosotros, los que son hoy aplaudidos por los hombres!

Después de apuntar estas ideas de los maestros de sabiduría, concluyo diciendo que debemos tener discernimiento para determinar qué ideas de las que aprendemos de la realidad, nos resultan útiles y luminosas, y cuáles debemos desechar de nuestro interior por dañinas.

El discernimiento es muy importante para avanzar en el camino del crecimiento espiritual.

Cuidémonos también de las ideas que ponemos en el alma de los demás. Una idea luminosa, puede ser el mejor regalo para nuestro prójimo, pero una mala idea, llena de odio y de rencor, puede envenenar el alma del otro, y también, de alguna manera, el alma del mundo.

TADEO