domingo, 31 de enero de 2010

LA MAGIA DE LAS PALABRAS


LA MAGIA DE LAS PALABRAS

Un día me dijeron que las palabras eran la envoltura material del pensamiento y esta definición me hizo meditar. Tenían razón. Las palabras materializan nuestro pensamiento, y al materializarlo lo hacen más resistente, más duradero, más trascendente.

Las palabras hablan de nosotros. Cuando escuchamos a una persona hablar, podemos hacernos una idea bastante precisa de quién es. Aunque la ropa, los zapatos, los complementos, el peinado, el perfume, la casa, el coche, hablen de nosotros, no hay como escuchar a una persona para saber realmente quién es.

Es cierto que una persona puede mentir, pero casi siempre mienten más todos esos objetos ya mencionados, y sin embargo, nos dejamos arrastrar más por lo externo e intrascendente. Por alguna razón, en este mundo entregado a lo visual, nos fiamos más de lo que vemos, aunque a veces, lo más importante no pueda verse. Ya decía un hombre sabio que lo esencial es invisible a los ojos, y que no se ve bien si no es con el corazón.

En la medida en que he ido avanzando en mis estudios metafísicos, he descubierto que las palabras son muy respetadas por todos los seres sabios de todas las culturas, de todas las naciones, de todos los universos materiales e inmateriales.

Parece ser que ellas tienen un poder desconocido para la mayoría de los mortales. Ejemplos que lo demuestran y maneras de explicarlo hay muchos, pero tomaré el que aparece en la Biblia, ese libro tan mágico y tan lleno de sabiduría.

Dicen los maestros de Sabiduría que en la Biblia, al comienzo del Evangelio de San Juan, se nos revela una gran enseñanza. Juan nos dice: “En el principio era el Verbo, el Verbo estaba con Dios y el Verbo era Dios”. Parece ser que no es casualidad que el Verbo, es decir, la palabra, ya estaría tan presente desde el mismo comienzo de los tiempos.

Observemos como Dios crea con la Palabra. Dijo Dios, “hágase la Luz, y la luz se hizo”.

Las piedras no hablan, tampoco, las plantas. Tenemos que ir a los animales superiores para encontrar una especie de lenguaje primitivo que anuncia el lenguaje articulado propio de la especie humana.

De esto podemos deducir que la palabra seguirá existiendo en las formas de vida superiores a las cuales daremos paso los humanos. La palabra que somos capaces de producir con nuestra voz, se corresponde al cuerpo físico, pero parece que existen voces análogas relacionadas con nuestros cuerpos suprafísicos, voces astrales, voces mentales y voces propias de los vehículos más sutiles aún. Pero la palabra no desaparecerá. Pervivirá hasta que todo vuelva a ser un punto, y en ese instante, que será un nuevo principio, podremos repetir lo que ya nos dijo en su día Juan: “En el principio, el Verbo estaba con Dios y el Verbo era Dios.

Observemos que aunque Dios es todo lo que existe, los animales superiores y más concretamente, la especie humana, detenta el poder de transformar conscientemente la realidad. Eso quiere decir que los seres humanos nos parecemos más a la esencia de Dios, porque pensamos, porque tenemos conciencia y esa conciencia la manifestamos a través de las ideas, de los conceptos, de las palabras.

Visto de este modo, ¿no creen que tendría sentido pensar que todo aquello que nos adormece el pensamiento es negativo para el ser humano porque inhibe justamente lo más precioso que tenemos?

Los seres humanos nos encontramos a mitad de camino entre los animales y Dios. Todos no tenemos el mismo nivel de crecimiento espiritual, pero parece ser que la manera en la que proyectamos nuestros pensamientos y sentimientos en palabras, habla, nunca mejor dicho, de nuestra evolución como seres.

Dicen que el desarrollo siempre se va dando a saltos, o como si recorriera una espiral ascendente en la que existen momentos de retrocesos necesarios para seguir avanzando. Según los maestros de sabiduría, siempre se avanza. Sólo advertimos retrocesos relativos.

Hoy por hoy, la humanidad vive sumida en la esclavitud de lo visual. La aparición de la fotografía, del cine, de la televisión, de las cámaras de vídeo al alcance de muchos, hace que la imagen gane un espacio que antes ocupaba nuestra capacidad de imaginar.

La pregunta sería: ¿estamos reduciendo de esta manera, nuestra capacidad pensante? Quiero creer que no, al menos no en términos absolutos. Creo que si comparamos el mundo de hoy con respecto al mundo de hace 200 años, nos encontramos con que hoy son muchas más las personas y por tanto, las mentes, que conciben ideas más complejas y evolucionadas, aún cuando estemos perdiendo la habilidad de comunicarnos a través de la palabra hablada y escrita.

Podría ser que la palabra articulada se fuera apagando, en la misma medida en que el ser humano se va haciendo más espiritual. Tal vez tengan razón esos visionarios que piensan que un día nos convertiremos en seres telépatas, es decir, en seres capaces de comunicarnos utilizando nuestra mente.

Yo siempre he pensado que para llegar a esto, primero pasaremos por un estadio en el que nos apoyaremos en mecanismos electrónicos. Es decir, nos valdremos de algún dispositivo que conecte nuestra mente a algo así como Internet y del mismo modo en que podemos chatear hoy en la red, el día de mañana podremos hablar con la persona que tenemos delante sin necesidad de poner en palabras nuestros pensamientos.

Mientras ese futuro llega, los maestros de sabiduría nos advierten del poder de las palabras y de nuestros pensamientos. Parece ser que las palabras, una vez lanzadas, tienen un poder tal, que actúa sobre la materia sutil del universo haciendo que éste conspire para que esas palabras, esas ideas, esos deseos, se conviertan en realidad. Es como si podríamos sembrar nuestros pensamientos y deseos en el viento. Y aunque no siempre ocurre, las palabras son como semillas que pueden dar fruto.

Dicho de otro modo, seamos conscientes del carácter creador de nuestras palabras. No las usemos sin propiedad, no las usemos sin tener total conciencia del poder que tienen.

Practiquemos la magia de las palabras. Lancemos al viento nuestros deseos. Sembremos nuestros deseos en el aire y tengamos por seguro que estaremos creando del mismo modo en que Dios, desde su mente, fue capaz de crear la Luz.

La Luz existe, y existe toda la maravilla que conocemos, porque Dios en su día lo concibió en su mente. El Universo, como ya nos lo reveló el gran Hermes Trimegistus, es mental.

Si nos vamos a la antigua Grecia, nos encontramos que el gran filósofo Pitágoras, imponía a los jóvenes aspirantes a entrar en su escuela, la dura condición de estar 2 años sin hablar. Los obligaba al silencio y al recogimiento porque decía que una persona que no supiera nada, era preferible que estaría en silencio porque sus palabras necias podrían fabricar un karma negativo que a la larga, la misma persona iba a tener que superar.

Dicen los maestros de Sabiduría: “La lengua es un miembro pequeño que se jacta de grandes cosas. Antes de hablar deberíamos pensar si lo que vamos a decir es VERDADERO, BONDADOSO y ÚTIL. Si deja de cumplir con alguna de estas 3 condiciones, será mejor que nos quedemos callados".

Una vez conscientes del poder de las palabras, usemos las nuestras, conjuntamente con nuestros pensamientos, en función de hacer de éste, un mundo mejor. Atrevámonos a imaginar el mejor de los mundos posibles, y tengan por seguro, que esa imagen en nuestras mentes, será una semilla que en su día dará frutos.

El que siembra, nunca puede predecir la calidad de los frutos, ni siquiera puede producir cuál de sus granos se logrará y cual no, pero la fe mueve montañas. Mientras más personas y durante más tiempo sostengamos en nuestras mentes la idea de un mundo mejor, ese mundo mejor estará mucho más cerca de hacerse realidad. Jesús no mentía cuando decía: “Pedid y se os dará”.

Y como aún tenemos cuerpo físico, no despreciemos el poder sanador de nuestras palabras. Dicen los maestros de sabiduría que las buenas palabras dichas en voz alta, tienen un efecto muy beneficioso sobre nuestro organismo. Siempre hemos escuchado hablar a los religiosos del poder de la oración. Seguramente será por esto.

Hablemos y escribamos entonces, con propiedad y cuidado. Conscientes de que con cada una de nuestras palabras estamos moviendo energías que actúan sobre la esencia misma del universo. El futuro está en nuestros pensamientos, lo que sería lo mismo que decir que el futuro está en nuestras palabras.

Toda la literatura, lo mismo en prosa que en verso, como la música, como el cine, están llenos de letras e imágenes que al leerlas, escucharlas o visualizarlas, nos comunican ideas y estados de ánimo que no siempre son buenos.

Muchas veces, cuando nos sentimos tristes, nos da por escuchar canciones tristes, y muchas veces una película o un poema, nos deja un estado anímico peor que el que ya teníamos. Esto es preocupante. Las personas lanzamos al ambiente determinado tipo de energía que influye sobre la naturaleza y sobre el resto de los seres humanos. Por eso, lo ideal es que vibremos mental y emocionalmente, siempre de la mejor de las maneras.

Cuando nos permitimos vibrar mal, no sólo nos estamos haciendo daño a nosotros mismos, sino que le estamos haciendo daño a toda la humanidad. De ahí que determinadas obras de arte, como pintura, música, literatura, cine, entre otras, cuando recogen y eternizan estados de ánimos negativos, ideas negativas, sentimientos negativos, no hacen más que conservar y por tanto, ayudar a propagar el mal.

Pensemos, por ejemplo, en el cine de terror, ese que hace de los seres humanos un surtidor de malas vibraciones. Un día no muy lejano, no nos permitiremos lanzar al ambiente emociones y pensamientos negativos por simple diversión. Un día nos producirá esto tanto dolor, como cuando vemos a alguien ametrallar a una manada de elefantes.

Limpiar de basura emocional y mental los planos astral y mental es una necesidad y es una tarea en la que todos debemos participar. No existe otra manera de avanzar hacia el futuro luminoso que todos deseamos, si no nos ponemos en acción, si no nos ponemos a trabajar desde ahora mismo.

Y lo que tenemos que hacer es reconocer el poder de nuestros pensamientos, de nuestras emociones y de nuestras palabras y trabajar en corregir nuestros hábitos negativos. Hacerlo nos pondrá a todos en el camino correcto. Recuerden, atrévanse a imaginar el mejor de los mundos posibles y de esa manera estarán sembrando la mejor de las semillas y algún día se sentirán felices de haber contribuido con esta magna obra.

TADEO

lunes, 11 de enero de 2010

HABLANDO COMO LOS LOCOS



HABLANDO COMO LOS LOCOS

El tiempo pasa volando y ya casi van a hacer dos meses que no escribo nada en este blog. Y no es que no pasen ideas por mi cabeza dignas de este espacio, es más bien que me vienen encima ideas las cuales soy incapaz de convertir en un post.

Pueden ser ideas profundas e interesantes, pero al mismo tiempo, complejas de explicar, y muchas veces no tengo el tiempo suficiente como para sentarme a escribir sobre ellas como quisiera.

Muchas veces las lecturas metafísicas que hago, me sugieren reflexiones interesantes, pero no siempre estoy en condiciones de ponerme a escribirlas, y procuro siempre, hablar desde mis palabras y no ponerme a transcribir determinados textos por interesantes que sean.

Prefiero ayudar a clarificar las ideas de los grandes maestros, en caso de que se pueda. Muchas veces me pasa que soy incapaz de decir las cosas de una manera más clara y sencilla de lo que ellos lo han dicho, y en fin, unas veces por una cosa y otras veces, por otra, mi página se queda en blanco.

Hoy mismo me han venido muchas ideas y ganas de escribir una entrada para este blog, pero llevo horas diciendo: ¿Sobre qué escribo? ¿Cómo convierto todas estas reflexiones y análisis en un post medianamente coherente? Luego de 3 horas, la página seguía en blanco, así que me he lanzado a la desesperada a decirles al menos estas palabras. Perdonen el desorden mental.

Entre las ideas que ocupan mi mente en el día de hoy, están las referentes a la importancia de aprender a reconocer nuestros diferentes cuerpos.

Para los que no estén familiarizados con las teorías metafísicas propias de las filosofías orientales, cuando hablo de nuestros diferentes cuerpos, me estoy refiriendo a nuestras 2 triadas de cuerpos. Es decir, nuestros tres cuerpos o vehículos de naturaleza física, que son a saber: El CUERPO FÍSICO, EL CUERPO ASTRAL O EMOCIONAL, y EL CUERPO MENTAL, y luego, la otra triada de cuerpos de naturaleza espiritual que son a saber: EL CUERPO BÚDICO, EL CUERPO ÁTMICO y EL CUERPO MONÁDICO. Existe un séptimo cuerpo que termina englobándolos a todos, que es EL CUERPO ÁDICO, o cuerpo de la Divinidad.

Dicho de otro modo, todo lo que existe, procede de un devenir constante e infinito en el que la substancia pasa por diferentes estadios, siempre séptuples, y que cada cosa, una vez definida, tiene un momento de nacimiento, un momento de conservación y un momento de destrucción. Es decir, todo nace y muere, sólo permanece el fenómeno en su conjunto, y a algunos les gusta llamar a este fenómeno, cuyo atributo más visible es el movimiento, Dios.

Como el ciclo del que hablamos, no tiene ni principio ni final, sino que tal parece que es un círculo, o en todo caso una espiral, para poder estudiar el fenómeno, es necesario que lo detengamos, tomando algún momento como punto de partida. En tal caso, si tomamos como punto de partida el momento en el que todo se ha reducido a un punto y nada existe, nada más que Dios o la Antimateria, podríamos llamarle a esto, el Plano Ádico.

Luego, a lo largo del proceso evolutivo del Espíritu puro a la Materia pura, pudo haber aparecido la vida, un tipo de vida tal vez similar a la nuestra, pero eso es algo que no lo sé.

Todo parece indicar, por lo que he leído, que el ser humano, tal como lo conocemos, ha surgido en el proceso de retroceso de la Materia pura al Espíritu Puro. Estamos hablando de ciclos que tienen una duración en el tiempo de miles de millones de años. Siempre me gusta recordar que los tibetanos dicen que el tiempo en años que dura el proceso de creación, conservación y destrucción de todo lo que existe es de: 311 040 000 000 000 de años.

También sería bueno recordar que al parecer, se han dado diferentes oleadas de vida, y que por tanto, en el esquema darwiniano existen ciertas anomalías tales como que supuestos animales inferiores, muestran características propias de animales superiores. Ahora mismo la ciencia no termina de explicarse cómo un pulpo puede mostrar más inteligencia que muchos animales terrestres.

Para no alejarme demasiado del tema que me interesa tratar, que es el referente al ser humano y sus diferentes cuerpos y la importancia de reconocerlos, solamente diré que todos los seres vivos, incluso, las piedras, tienen estos 7 cuerpos ya mencionados.
Tanto los minerales, como las plantas, como los animales como el ser humano, muestran formas de vida. Son formas de vida diferentes, pero la vida se encuentra por todas partes en el mundo físico y en cada uno de los mundos.

Sabemos que la evolución de los minerales dio origen a las plantas, y estos a su vez, dieron origen a los animales y estos al ser humano. También deberíamos saber que de igual modo, el ser humano dará origen a otra especie de seres de naturaleza no humana, más evolucionados que nosotros.

Del mismo modo en que la evolución de nuestra conciencia, nos ha proporcionado peculiaridades corporales y sociales, la raza humana dará paso a seres de conciencia superior a la nuestra, y seguramente, esa conciencia superior, también determinará en ellos, cambios físicos.

Hablaba ahora mismo de la conciencia. La conciencia no es otra cosa que nuestro vehículo mental, es decir, el tercero de nuestros vehículos físicos. Pues bien, si nos comparamos con los animales, notamos las evidentes diferencias morfológicas y de todo tipo en nuestros cuerpos, notamos también las diferencias en cuanto a nuestras emociones y notamos las diferencias en cuanto a nuestros pensamientos.

Nos sentimos muy evolucionados con respecto a los animales, pero pasada esta euforia sería bueno que la humanidad pusiera los pies sobre la tierra y comprendiera que ante nuestros ojos se abre un vasto horizonte evolutivo que nos toca transitar, en este caso, con un poco más de conciencia que los animales referente a tal tránsito.

Aquí sale a relucir la famosa frase CONÓCETE A TI MISMO. La humanidad precisa conocerse mejor, porque de ese conocimiento dependerá su evolución y sobre todo su bienestar.

Los seres humanos no somos felices. Por doquier encontramos infelicidad, y esta infelicidad está relacionada directamente con el desconocimiento de nuestros cuerpos, con el desconocimiento de quiénes somos en realidad.

Si queremos ser felices, es necesario que aprendamos e interioricemos dos ideas básicas:
1-Somos mucho más que nuestro cuerpo físico. Somos mucho más que nuestro cuerpo emocional, y somos mucho más que nuestro cuerpo mental.
2-Aunque nos veamos a nosotros mismos como seres individuales, esa sensación de individualidad no es más nada que una ilusión, porque en realidad todos somos UNO.

Ahondaré un poco sobre estas dos ideas básicas.

Respecto a la primera, diré que la humanidad va transitando lentamente hacia un estadio en que la conciencia, va ganando la partida a las emociones. La humanidad se cree muy racional, porque siempre toma como punto de comparación a los animales. Pero si nos analizamos con seriedad, nos encontramos con que muchas veces predominan nuestras emociones por encima de nuestros pensamientos.

Conocerse a sí mismo, implica entre otras cosas, saber cuán emocionales somos, cuanto peso tiene en nosotros lo emocional, y si somos capaces desde nuestra mente, de controlar nuestros impulsos.

Se trata de una mirada sincera hacia nuestro interior. Se trata de saber quiénes somos, y luego, desde la comprensión de la necesidad de salir del “mar revuelto”, que es el universo emocional, porque en él no hay felicidad posible, tomar las riendas de nuestras emociones desde nuestra mente.

No se trata de matar nuestras emociones, porque eso es imposible. Se trata de conocer la verdadera naturaleza de nuestras emociones. Es importante saber que en el universo emocional, existen emociones positivas y negativas, y que estas buscan equilibrarse, de manera tal que a una emoción positiva de determinado grado o magnitud, seguirá una emoción negativa capaz de equilibrarla. Por tanto, las personas que buscan para sí vivir emociones intensas, luego necesariamente se verán azotadas por emociones negativas que les proporcionarán estados de crisis o de bajones emocionales.

Muchas veces sufrimos porque no entendemos por qué caemos en esos pozos emocionales, y no sabemos que nosotros mismos los hemos provocado, tratando de huir de ellos proporcionándonos emociones positivas fuertes.

Por mucho que nos parezca lo más de lo más, disfrutar de esas emociones intensas, debemos ser conscientes de que ellas son las que producen luego, una reacción análoga de sentido contrario. Creo que el simple hecho de comprenderlo, ya nos eliminará sufrimiento, porque no hay nada peor que no saber por qué nos pasan estas cosas, por qué nos sentimos así de mal.

Con el tiempo decidiremos cómo afrontar los vaivenes inevitables del universo astral o emocional. Los maestros espirituales, aconsejan buscar el equilibrio, es decir, la paz interior. Esto se consigue desde la mente, usando la conciencia como riendas con que controlar al “caballo” de las emociones y aplacando la sed por las emociones fuertes.

Ahora bien, en todo esto está presente nuestro crecimiento espiritual. No todas las personas tenemos el mismo grado evolutivo. Podríamos decir: “Dime cómo sientes, y te diré quién eres”. Dime cuán capaz o incapaz de dominar tus emociones eres, y te diré tu grado de crecimiento espiritual.

Desde luego, esa necesidad de emociones fuertes, ese pensar que sin eso la vida no tiene sentido, esas ideas tan propias de la adolescencia, ideas que algunos no llegan a superar nunca aún con los años, denotan falta de madurez de su espíritu.


Estas personas que piensan y actúan de esta manera, están atrapados de la droga que es la adrenalina que producen todas estas emociones fuertes, pero luego, no podrán evitar tener fuertes bajones, fuertes crisis, depresiones, etc. El que lo niegue, miente. Y está claro que muchas personas preferimos aparentar que somos felices a serlo de verdad.

Atrevámonos a mirarnos a nosotros mismos, analicemos nuestros apegos a las emociones fuertes y así sabremos en qué momento de nuestro crecimiento espiritual estamos. Domemos el potro de nuestras emociones si somos capaces de hacerlo.


Controlemos nuestros impulsos. No nos demos el lujo de actuar sin pensar. Que cada uno de nuestros actos esté respaldado por una reflexión que nos haya dicho que lo que hacemos, tiene utilidad, y hagamos lo mismo con nuestras palabras. No dejemos que salgan de nuestra boca palabras no meditadas.

No olvidemos, además, que incluso las emociones positivas, como la emoción producida por el amor, es una emoción que es necesario domar, porque si no lo hacemos, ese sentimiento de amor puede llevarnos al sufrimiento cuando el objeto de nuestro amor no lo tengamos al alcance de la mano.

Respecto a esto dicen los maestros, que estos amores emocionales pueden llevarnos a pensar cosas tales como: “Estoy sufriendo porque amo a una persona que no me ama”. Los maestros advierten que al pensar así nos engañamos. Dicen que realmente no sufrimos porque amamos, sufrimos porque no podemos tener a la persona amada. Ellos dicen que el verdadero amor nunca produce sufrimiento.

El cuerpo emocional deberíamos imaginárnoslo como unos lentes oscuros que nos hacen ver el mundo con determinadas tonalidades irreales. Cuando nos quitamos de los ojos tales lentes, comprendemos que el mundo tiene otros colores más brillantes y hermosos. Pero ¿cómo vamos a creerlo ahora, si nunca nos hemos liberado de nuestras emociones? Incluso, algunos sentirán tal apego a ellas, que estas palabras le resultarán incómodas e inaceptables. Es lógico, ya he dicho que la humanidad aún es más emocional que mental.

Un ser humano feliz es aquel que ha sido capaz de domar su cuerpo emocional y camina por la vida guiado por la luz de su cuerpo mental.

Respecto al segundo aspecto, referido a la necesidad de ir despojándonos lentamente de la ilusión del YO. Sería bueno que diga, y de paso, lo enlazo con lo anterior, que cuando un monje budista recita el famoso mantran: OM MANI PADME HUM, (yo soy la joya en el loto) cuando dice: YO SOY, se está refiriendo a lo que queda de él después de despojarse de su cuerpo físico, después de despojarse de su cuerpo emocional y después de despojarse de su cuerpo mental.

Es muy importante que empecemos a tomar consciencia de que nuestro verdadero YO, está relacionado con nuestros vehículos espirituales, y estos vehículos espirituales no los podemos ver, ni tocar, ni entender con nuestras emociones ni con nuestra conciencia racional, porque esos son ropajes externos. Pero lo que somos, y la realidad esencial, esa que nos acerca a la conciencia de Dios, es más interior.

Luego digo, cuando entramos en contacto con nuestro YO verdadero y esencial, a través de la meditación, por ejemplo, quedamos en mejores condiciones para entender que somos UNO con todo lo que existe, y nos empieza a resultar más cercana la idea del NOSOTROS, que la idea del YO, o del TÚ, como la entendemos habitualmente.

Pero realmente, vamos camino a la conciencia de la Unidad. Sólo esta conciencia podrá traer paz y amor al mundo. Sólo esta conciencia podrá hacer que consigamos todas esas grandes metas que deseamos.

TADEO