martes, 9 de marzo de 2010

CATACLISMOS


CATACLISMOS

Estamos en tiempos de cataclismos. La tierra tiembla por diversos puntos como si se quisiera sacudir de todos sus males. Como hace el perro cuando algo le pica. Sólo que con cada una de estas sacudidas la población decrece, y a la par, crece la pobreza casi siempre de los más pobres, y el dolor de todos los que empezamos a mirar el mundo como nuestra pequeña aldea.

¿Por qué pasarán estas desgracias? Muchos se preguntan intentando encontrar explicaciones más allá de la ciencia. Parece que el discurso de los sapiens más sapiens no nos convence del todo, o por lo menos, no termina de saciar la sed de ese lado de nosotros que es cualquier cosa menos racional. Algo dentro de nosotros desea volar, remontar el horizonte, atravesar el tiempo como una flecha para entonces poder darle de beber a todos los por qué.

También he visto mudos a los sacerdotes católicos. No entienden por qué en Haití y no, por ejemplo, en el Primer Mundo. ¿Acaso no dijo Jesús que el Reino de los Cielos sería para los pobres? ¿Entonces cómo es posible que sean los más pobres los que mueren por miles en condiciones tan desesperantes como las de un seísmo?

Otros hablan del fin del mundo, de ese final que vaticinaron los mayas hace siglos, poniendo como fecha el 22 de diciembre de 2012. Casi todos concuerdan en que no será el fin, sino un nuevo comienzo. Pero ¿tendrán todos estos cataclismos algo que ver?

Tal parece como si cada año fuéramos a más en este tipo de castigo natural sobre los hombres. El 2010 no ha hecho más que empezar y los muertos entre unas catástrofes y otras, suman ya miles y miles, y todo parece indicar que nos quedan por vivir otras pequeñas apocalipsis en los 9 meses restantes y en los años venideros.

¿Qué va a pasar? ¿Qué sacaremos de positivo de todo esto? Todos necesitamos creer que esto que nos pasa tiene algún sentido, que no estamos desamparados a la buena de Dios, sino que el Creador nos está enseñando con tanta desgracia, algo que necesitamos aprender.

Según determinadas escuelas filosóficas orientales, existe una especie de ley del dolor. Una ley inevitable que nos castiga sólo aparentemente, pero que en el fondo, templa nuestras almas, las hace más fuertes y más luminosas. En boca de ellos, el dolor nos redime, nos purifica, nos hace más solidarios y más amorosos. Nos acerca incluso, a un nivel de vibración espiritual más adecuado con el lugar que Dios nos destinó dentro del contexto natural.

Parece ser que las almas deben cumplir con un ciclo de crecimiento espiritual, de maduración, tal que en el momento de cerrarse el ciclo, nos encontremos con determinado nivel de conocimientos.

Parece ser, que como bien vaticinaron los mayas, el ciclo está pronto a cerrarse y la humanidad ha estado un poco remolona a la hora de asimilar sus lecciones correspondientes. Ahora, ya casi corriendo, toca darse prisa, y eso es lo que al parecer está haciendo la Madre Tierra con nosotros los seres que la habitamos. Como una mujer parturienta, prepara condiciones para su próximo parto y no hay parto sin dolor.

Tal vez lo que nos queda es seguir adelante con los ojos de la fe, confiados en que nuestros maestros saben lo que hacen, y quieren lo mejor para la humanidad. Tal vez la salvación esté en crecer, en caminar por nuestros propios pies hacia la luz del espíritu, hacia la luz del Amor.

TADEO