viernes, 25 de marzo de 2011

LOS NIVELES DE LA CONCIENCIA HUMANA


LOS NIVELES DE LA CONCIENCIA HUMANA

SI CAMBIAMOS NUESTROS PENSAMIENTOS, CAMBIAREMOS NUESTRO KARMA.

QUIEN SIEMBRA UN PENSAMIENTO, COSECHA UNA ACCIÓN.
QUIEN SIEMBRA UNA ACCIÓN, COSECHA UNA REACCIÓN.
QUIEN SIEMBRA UNA REACCIÓN, COSECHA UN HÁBITO.
QUIEN SIEMBRA UN HÁBITO, COSECHA UNA CARACTERÍSTICA.
QUIEN SIEMBRA UNA CARACTERÍSTICA, COSECHA UN DESTINO.

El camino del crecimiento espiritual es como una pirámide en la que vamos despertando y desarrollando nuestros diversos niveles de conciencia paso a paso. Lo vamos haciendo a lo largo de nuestras diferentes vidas y utilizando para ello, cada uno de los cuerpos o vehículos con que vamos viniendo a la tierra.

La primera conciencia que desarrollamos es la conciencia sensorial. Aprendemos de vida en vida a relacionarnos con el exterior a través de la vista, el oído, el tacto, el gusto y el olfato. Y el desarrollo de esa conciencia nos permite comprender un poco el mundo que nos rodea. Nos permite comprender dónde termina nuestro cuerpo y empieza todo lo demás. También aprendemos que somos mortales. Aprendemos que todo lo que daña a nuestro cuerpo nos produce dolor, y gracias a ese maestro maravilloso que es el dolor físico, aprendemos a cuidarnos, porque cuando nos duele, enseguida tomamos medidas para librarnos de la causa de tal efecto.

En tiempos pretéritos, el ser humano tenía hacia el dolor una actitud menos cuidadosa, soportaba incluso, más dolor que nosotros, y de hecho, sus dolores siempre eran del cuerpo. Ellos no sentían apenas dolores emocionales ni se comían demasiado la cabeza.

Pero en la misma medida en que nos fuimos desarrollando, la conciencia sensorial se afianzó y se convirtió en un automatismo, en un instinto. Por eso es que hoy nosotros nacemos con instinto de conservación. Nadie nos tiene que enseñar a cuidarnos de aquello que puede poner en peligro nuestra integridad física. Nacemos con eso incorporado. Por eso es que nadie tiene que enseñarle a un bebé que debe mamar de la teta de su madre. Es información que ya desde nuestra etapa animal, traemos aprendida.

Sin embargo, cuando el ser humano llegó a un nivel de desarrollo tal que le permitió diferenciarse de los animales, empezamos a manifestar sentimientos y emociones mucho más sofisticados que nuestros predecesores. Y ahí apareció el dolor en el plano emocional. El dolor nos ayuda a cuidarnos y nos ayuda a fortalecernos.

El universo emocional tiene la peculiaridad de que fluctúa, de que se mueve como un péndulo, porque existe una ley natural que es la ley de equilibrio, o la ley de acción y reacción que provoca que todo lo que se mueve en una dirección, produzca una energía igual y de sentido contrario que garantiza el equilibrio en todos los casos y cosas. Por eso, en el plano de las emociones sucede que toda emoción positiva, es secundada por una emoción negativa.

Dicho de otro modo, cuando sentimos una gran alegría, estamos atrayendo a nosotros, por ley natural, una gran tristeza. Cuando atraemos a nosotros una gran euforia, y nos dejamos arrastrar por ella, y la gozamos, estamos atrayendo a nosotros, aún sin saberlo y aún sin quererlo, una energía emocional que nos sumirá en un estado emocional de tristeza o depresión.

Todos los seres humanos han experimentado esto. Unos hemos sido conscientes de ello y otros no, pero nos ha pasado a todos. Los maestros espirituales aconsejan a las personas dos cosas: primero, comprender que cuando nos estamos sintiendo mal, nadie nos está castigando y que no somos culpables de nada, simplemente se está cumpliendo una ley física, una ley natural.

Lo otro que recomiendan los maestros de sabiduría es que intentemos por nosotros mismos, ser equilibrados. ¿Y cómo se consigue ser equilibrados emocionalmente? Bueno, ante todo hay que decir que estos vaivenes, y estos golpes emocionales que la vida nos va dando, nos van haciendo madurar. Nadie madura emocionalmente hasta que la vida no le ha dado unos cuantos golpes.

Al final desarrollamos mecanismos para aplacar ese dolor, y esos mecanismos son la comprensión, la aceptación y el amor. Es decir, cuando comprendemos lo que nos pasa, cuando lo aceptamos como algo natural y cuando amamos eso que nos pasa, ya hemos crecido y por tanto el dolor desaparece. Y como desaparece, nuestro vehículo emocional deja de dar bandazos desde un extremo del espectro emocional al otro. Cuando esto ocurre, dejas de sentir dolor, dejas de experimentar estados de depresión. Tampoco dejas de experimentar grandes estados de euforia y alegría emocional.

Hay personas que dicen: uy, pero si no experimentas grandes estados de euforia y alegría, qué mierda es la vida. Ahí se equivocan, porque confundimos esos estados de alegría y euforia con la felicidad, y no es así. Una cosa no es la otra. La felicidad es algo que va más allá de esa alegría y euforia. La felicidad es un estado permanente que podemos alcanzar, aunque la mayoría de los humanos hoy, no crean en ella.

Por eso es que la humanidad actual acepta con normalidad esa idea de que la felicidad no existe, sino que sólo existen momentos felices. Yo también creí esto hace años, pero comprendí con el tiempo que eso no es cierto. Se puede superar ese estadio de momentos felices transitorios siempre secundados por periodos de tristeza que equilibraban el momento feliz vivido.

Una vez que nos convencemos de que se puede ir más lejos en nuestra aspiración de ser felices, lo que tenemos que hacer es despertar y desarrollar nuestra conciencia mental. Es decir, colocar nuestra mente, nuestra conciencia racional en el centro de nuestras vidas.

Muchos pensarán que eso lo hacen, pero no del todo y no siempre. Aunque nos han dicho desde siempre, que somos seres racionales, en verdad la mayoría de los seres humanos somos más emocionales que racionales.

¿Cómo podemos comprobar esto? Pues muy sencillo. Miren a vuestro alrededor y pregúntense cómo se divierte la gente. Comprobarán que existe en muchos casos, una relación demasiado estrecha entre diversión y desconexión de nuestros vehículo mental. Dicho de otro modo, nos divertimos desconectando nuestra mente racional, o inhibiéndola. Porque el alcohol, las drogas, las discotecas, etc, son mecanismos antinaturales de desconexión de nuestra conciencia racional, es decir, de nuestra mente.

Ahora bien, no pensemos que todo lo que desconecta a nuestra mente racional es malo. No, porque lo que nos desconecta de la conciencia racional, nos conecta con otros niveles nuestros de conciencia, y como cada ser humano es la suma de 6 cuerpos, 3 materiales y 3 espirituales, estar siempre y únicamente, conectado con ese nivel de conciencia, que es la conciencia racional o mental, no es lo aconsejable.

Como la conciencia racional o mental, es el tercer escalón de la conciencia humana, se encuentra en una posición intermedia. De ahí que cuando inhibimos nuestra conciencia racional suelen suceder dos cosas: una, que es la más común, el ser humano retrocede a su niveles inferiores de conciencia. Se vuelve emocional y se vuelve sensorial. O dos, puede sacar al ser divino que hay dentro de él, o lo que es lo mismo, puede despertar sus conciencias espirituales. Esto es una especie de éxtasis espiritual.

Ahora bien, como ya dije, el éxtasis espiritual es algo muy poco común. Mientras que el retroceso a nuestras conciencias inferiores es constante. Si queremos conocernos a nosotros mismos, si queremos comprobar cuan evolucionados somos, analicemos con qué frecuencia inhibimos nuestra conciencia racional, y cuánto placer somos capaces de experimentar en esos estados y cuánto placer somos capaces de experimentar en el estado de conexión con nuestra mente racional, es decir, con nuestra conciencia racional.

No quería dejar de decir que existen formas naturales y por tanto, no dañinas para la salud, de desconectarse de la conciencia racional. Estoy pensando en el sueño. Y también, aunque son fenómenos diferentes, en el sexo.

Cuando dormimos, inhibimos los tres niveles inferiores de conciencia y de ese modo, armonizamos todos nuestros cuerpos y nuestras 6 conciencias se emparejan. Por eso es que el sueño resulta tan sano y reparador.

En el caso del sexo, no en todos los casos, podemos llegar a inhibir nuestra conciencia por el lado negativo, que es cuando nos entregamos a la conciencia emocional y sensorial, es decir, cuando nos entregamos a disfrutar de lo que siente nuestro cuerpo, o por el contrario, podemos entregarnos a la conciencia espiritual cuando el sexo se convierte en un acto de amor y al inhibir la conciencia racional se experimenta una especie de orgasmo en el alma, una especie de éxtasis espiritual. Si nos preguntamos qué tipo de sexo acostumbramos a tener, ese que nos conecta con nuestras conciencias emocional y sensorial, o ese que nos conecta con nuestras conciencias espirituales, también puede darnos la medida de quiénes somos a nivel de desarrollo como seres humanos.

Como en la mayoría de los casos, somos personas muy apegadas aún a nuestro cuerpo emocional, personas que sentimos placer sobre todo cuando nuestra vida nos trae emociones y tensiones emocionales, cuando hay pasión en nuestra vida, cuando nos montamos en ese columpio que nos hace sentir esas sacudidas violentas que nos transportan desde la euforia a la depresión pasando por todo el abanico de estados de ánimo, mi consejo es el siguiente:

Si los palos que la vida nos ha dado, aún no son los suficientes como para que queramos bajarnos del columpio, pues adelante, sigamos balanceándonos en él. Porque hay algo muy importante que todos debemos saber. Todos debemos ser libres para hacer aquello que nos haga felices. Porque si hacemos algo que nos hace infelices, lanzamos negatividad al ambiente, aportamos negativamente a la conciencia colectiva y aportamos negativamente al inconsciente colectivo y eso trae más mal que bien para la humanidad. Todo tiene su momento y no es bueno forzar las cosas.

El momento de la madurez llega a su debido tiempo y llega un día en que la persona siente deseos de buscar, de ir más lejos, de experimentar formas de felicidad más satisfactorias. Llega un momento en que nuestra alma nos empuja a buscar una felicidad más duradera que esos momentos felices que nos hemos estado facilitando durante años o durante muchas vidas.

Cuando ese momento ha llegado, cuando la persona ha madurado emocionalmente y sigue su camino hacia el despertar y maduración de su conciencia racional, él mismo, sin que nadie le diga nada, se baja del columpio y entrega las riendas de su vida a la mente. Muchos de nosotros le hemos entregado las riendas de nuestra vida a la mente sólo a medias, porque constantemente se las estamos quitando para devolvérselas a su antiguo dueño, que es la conciencia emocional.

Pero poco a poco, en la medida en que nos vamos haciendo más maduros y sabios, le vamos quitando las riendas a la conciencia racional para dárselas a la conciencia emocional cada vez menos. Así funcionamos. Esa es la dinámica de vida del ser humano. En este punto del camino estamos muchísimos de nosotros.

Algunos, un poco más evolucionados, comienzan en algunas ocasiones, a quitarle las riendas de su vida a la conciencia racional para entregársela a la conciencia espiritual. Hemos tenido maestros de sabiduría que nos sirven de guía a todos en este camino, y un ejemplo claro de ello es Jesús de Nazaret.

Jesús vino a la tierra hace 2000 años, a vivir, a predicar y a través de sus palabras, a acercar su nivel de conciencia, polarizada totalmente en la conciencia espiritual, a seres muy emocionales y mucho menos mentales que la humanidad actual. Jesús hoy, gracias a su pensamiento en muchos casos y a la maduración de la humanidad en su conjunto, hubiera encontrado muchos más oídos receptivos a su discurso y a su ministerio.

Pero incluso hoy, cuando leemos las cosas que Jesús predicaba y las analizamos con nuestra mente racional, nos sentimos sobrecogidos porque no nos encontramos en condiciones de seguirlo en sus propuestas. Aún hoy somos incapaces de amar al prójimo como a nosotros mismos, somos incapaces de poner la otra mejilla cuando alguien nos golpea en la cara, somos incapaces de darle el doble de lo recibido al que nos ha dado algo, somos incapaces de amar a nuestros enemigos.

Todas estas enseñanzas de Jesús, aún hoy, atados a la conciencia racional como estamos, y pensando erróneamente que la conciencia racional es el sumun de las conciencias, nos siguen pareciendo una locura. Por parecernos locuras, tales enseñanzas, muchas personas se han alejado de Jesús y de la religión, porque a muchos de nosotros nos cuesta trabajo aceptar algo o a alguien que nos critica, algo o a alguien que nos dice en nuestra cara que somos malos e incapaces.

El ser humano es tan orgulloso, y le tiene tanto miedo al dolor emocional, que huye de todos los sitios donde algo o alguien puede dejar al descubierto sus miserias, sus miedos, sus demonios. El ser humano, más que procurar enfrentarse a sus demonios, procura no verlos, olvidarse de que están ahí dentro de nosotros, y para eso, el mejor modo es evitar esas situaciones y esas personas capaces de dejarnos cara a cara con el mal que llevamos dentro y por tanto, con el mal que somos.

Pero la realidad es que nadie avanza en el camino espiritual, nadie crece como persona, hasta que no se enfrenta a su sombra, a sus miedos, a sus frustraciones, a sus complejos, a sus culpas, y consigue domarlas, reconocerlas, entenderlas y amarlas. Sólo así llegamos a perdonarnos a nosotros mismos y a perdonar a los demás.

Comencemos por comprender todo esto que he expresado aquí desde nuestra mente. Démonos el tiempo necesario para crecer y avanzar. Y no olvidemos que, cuando sembramos en nosotros esta verdad, adquirimos poder y sólo entonces, somos capaces de cambiar nuestro destino.

TADEO

jueves, 10 de marzo de 2011

AMARSE A SÍ MISMO


AMARSE A SÍ MISMO

Cierta vez, conversando con una amiga sobre temas de metafísica, salió a relucir la idea de que DIOS LO ES TODO, DE QUE TODO ESTÁ EN DIOS, Y DE QUE TODO ESTÁ EN TODO. Mi amiga me decía: “Yo comprendo y estoy de acuerdo con que todos somos UNO, por eso yo me amo a mí misma y así estoy amando a los demás.”

Sus palabras me dejaron muy preocupado, porque si bien, cuando nos amamos a nosotros mismos, estamos amando al todo, estoy convencido de que esta no es la mejor manera de poner en práctica este precepto metafísico.

Los seres humanos normales tenemos desarrollado el instinto de conservación. Es decir, no necesitamos poner en funcionamiento nuestra mente para que cada uno de nosotros, cuidemos de nosotros mismos más de lo que cuidamos a los demás, y que nos amemos a nosotros mismos más de lo que amamos a los demás. No hay que buscar a una persona con un alma elevada para encontrar a alguien así. Por tanto, el que nos amemos a nosotros mismos más que a los demás, no tiene demasiado valor en el camino de ascensión espiritual.

Por eso nos decía Jesús: “Amaos los unos a los otros”. Por tanto, una vez que hemos comprendido que todos somos UNO, lo correcto no es amarse a sí mismos y de este modo amar a los demás, sino, por el contrario, una vez que hemos comprendido que todos somos UNO, y no sólo que todos somos uno, sino que absolutamente TODO somos UNO, debemos empezar a amar TODO, y adoptar esta manera de amar global, como la manera correcta de amarnos a nosotros mismos.

Dicho de otro modo, debemos aprender a expandir nuestro EGO, todo lo posible, de manera tal que cuando digamos YO, cuando digamos YO SOY, no se nos quede nada fuera. Hablo de ser capaz de identificar el YO, con absolutamente todo lo que existe.

Mi propuesta es que vayamos incluyendo en nuestro concepto del YO, a todos y a todo lo que podamos. Es un ejercicio que puede llevarnos toda la vida, pero vale la pena. Sólo ensanchando nuestro concepto del YO, que es lo mismo que ensanchar nuestro EGO, podremos verdaderamente quedar en condiciones de hacer de nuestras sociedades humanas, verdaderas sociedades paradisíacas. Así que lo dicho: AMAOS LOS UNOS A LOS OTROS. No se conformen con amarse a ustedes mismos, y ni siquiera, con amar a aquellos que os aman, porque si sólo aman a quienes os aman, ¿qué hacen de más?

Dios es amor, por tanto, sólo fabricando amor podremos ser como dioses, y sólo fabricando amor, podremos ser útiles a Dios.

Mis maestros de sabiduría me decían: La humanidad es como un gran barco que avanza hacia Dios. La velocidad de avanzada depende de la cantidad de combustible que seamos capaces de poner en los motores. Y el combustible que mueve el gran barco humano es el amor. De todos los humanos depende que lleguemos a Dios en mayor o menor tiempo.

Cuando no amamos a nadie, somos como soles apagados. Cuando amamos sólo a una persona, somos soles que emitimos un solo rayo. Sólo cuando amamos en todas direcciones y a todo, somos auténticos soles, auténticas estrellas del universo espiritual.

Miren al cielo y lo verán lleno de estrellas. Pues bien, nosotros también somos estrellas del mundo espiritual. Pero nos toca a nosotros la decisión de brillar o no, de ser útiles y bellos en ese firmamento estrellado del universo espiritual. Despertemos la estrella que somos porque ese es nuestro destino final y más hermoso.

TADEO